TODO ROZA
TODO ROZA
Un leve crujido del somier al
levantarme esta mañana me ha puesto en guardia desde el primer momento del día.
Debería anegar los delatores engranajes de mi somier con líquido lubricante, he
barruntado mientras preparaba la fruta y el café que me proporcionan el
combustible necesario para arrastrar la mochila del día a día. Nunca he soñado
mientras dormía que un día me levantara sin ella, sin embargo lo sueño muchas
veces en las horas de vigilia. Pasar de nuevo una jornada sin el peso de lo
acumulado y sobre todo, del presente a mis espaldas. La cucharilla del café
rozaba en círculos en el fondo de la taza, después mis dedos rozaban las
páginas de mi agenda y en el altavoz de la radio de la cocina vibraban las
ondas lejanas de una emisora.
Algo más tarde, avanzada ya la
mañana, he sentido el doloroso roce del fémur en mi cadera. Por un momento
pensé que mi esqueleto se componía de engranajes e hidráulica similares a los
del somier levadizo de mi cama y consideré solucionarlo con el mismo lubricante.
Debería existir un lubricante para este tipo de dolencias, sería
extraordinario. Sin embargo la solución son esos brutales comprimidos que me ha
recetado el traumatólogo. Son tan fuertes que sospecho que la compañía de
seguros no ha tardado en cruzar sus datos con la farmaceútica y que el próximo
recibo de mi seguro de vida será igualmente extraordinario.
Me he dirigido al centro de la
ciudad a continuar con esas gestiones que uno no sabe muy bien porqué nunca
terminan. Hay asuntos que invariablemente se repiten a diario y da igual si los
realizas o no porque siempre tienen la misma frecuencia y aparecen de nuevo
como el periódico, el sol o los
interrogantes. Las gestiones menos habituales también tienen su frecuencia,
menos aritmética pero acechan de igual modo.
De vuelta a casa he parado en el
supermercado, siempre paro en el supermercado. A veces creo que más por una
necesidad lo hago por saber si no he caído en cuenta de ella. Una vez en la
cola de la caja he percibido que la cinta transportadora emitía un sonido ácido
y perezoso, la goma rozaba por algún lado con los abollados perfiles de acero.
Por un momento me he visto engrasándola con el spray lubricante y he recordado
mi cadera y el somier. Me he sentido el único ser de la tierra capaz de percibir
ese tipo de cosas, como si poseyera una rara sensibilidad mecánica sensible a
los sucesos e ingeniería de mi entorno, el único individuo capaz de pensar cosas así
al mismo tiempo que dudaba si poner un
poco de pimentón al potaje de verduras que me disponía a preparar al llegar a
casa. En cierto modo, concluí, las verduras tienen las mismas propiedades que el
tres en uno.
Entrando en la urbanización, he
llegado a la convicción de que el motor de mi automóvil ronca. Alguna de las
piezas debe andar algo suelta y lo escucho quejarse de ello. Mi pensamiento se
ha enajenado en las bielas y el árbol de levas, todo un mundo de rozamientos
que hacen posible y útil su explosión y envejecimiento. No he tardado ni un
momento en llegar a la conclusión de que le hace falta un engrase aunque esta
vez no he pensado en el spray sino en un baño templado y turbio de aceites
sintéticos que hace posible su renovación a la vez que envenenan el entorno.
Todo roza, rozan los atardeceres
en el horizonte, la mochila sobre mis hombros, roza el cuchillo cuando corta el
pan, mi mano sobre su corteza, las hojas de afeitar sobre la piel de mi cara y
el vaho sobre el espejo donde trato de verme. Roza el viento en los desajustes
de mi ventana y roza la voz de mis hijos en la delicada membrana de mi tímpano
y sobre el páramo de mi conciencia. Roza lo imprevisto sobre lo establecido,
rozan mis zapatos sobre las calles y rozan las yemas de mis dedos sobre el pelo
de mi gata cuando trato de conciliar el sueño. Roza la vida sobre el tapete de
la incertidumbre de mis despertares y el plumín dorado de mi estilográfica sobre
los folios donde uno debe escribir sobre estas cosas, sobre cualquier cosa.
Juan
Bosco García Lozano
"Roza la vida sobre el tapete de la incertidumbre de mis despertares y el plumín dorado de mi estilográfica sobre los folios donde uno debe escribir sobre estas cosas, sobre cualquier cosa."
ResponderEliminar¡Genial!
No dejes de escribir sobre cualquier cosa.