LA PARTÍCULA Y LA MATERIA

LA PARTÍCULA Y LA MATERIA


Siempre que trato de recordar una idea sobre la que quiero escribir, por inmediata o lejana que haya sido, me veo obligado a realizar un ejercicio de ordenación mental que implica un reposo de ideas y acontecimientos similar a la que cualquier marinero realizaría sobre la dársena de su puerto en  la espera de obtener una mayor clemencia, según la escala de Beaufort, sobre el horizonte que le aguarda. Si no fuera por este inevitable umbral, creo que la escritura perdería el vértigo de su iniciación y embrujo, ofreciéndose a sus lectores o transeúntes de la misma forma que se admiraría la belleza de un bosque cruzándolo a través de una autopista que lo parte por la mitad.

Tratando de comprender este ejercicio de recuperar ideas transitorias, en la temeraria intención de convertir lo cotidiano en vestigio, contemplo mis pensamientos como una estratosfera plagada de partículas en movimiento, algo así como uno de aquellos suvenir de infancia que consistían en una bola de cristal que al agitarla producía un efecto de nieve sobre un paisaje determinado e idílico. Una vez reposada esa atmósfera caótica de pensamientos, de pequeñas partículas,  uno recupera sus ideas, las reconoce de nuevo ahí en su lugar, minúsculas y fundamentales como células y las dota de nuevo de membrana, citoplasma y material genético con los que comienzan a relacionarse entre ellas y a fluir como un texto ya inmediato; a la suerte de una meiosis o mitosis espontánea e imparable. Sobre ese texto va dejando su equipaje el autor y usted lo ojea en una red social después,  lo disfruta sentado en el sillón de su casa o le inquieta atrapado entre dos estaciones de metro.

Recuerdo ahora en mi juventud cuando leí a Sábato, su tremendo esfuerzo por empujar con sus textos aquellas locomotoras varadas que éramos los acólitos escritores por iniciar. En “El escritor y sus fantasmas” se esforzaba porque se iluminaran los túneles que indefectiblemente nos llevaran a las vastas extensiones de la creación literaria, espléndidas en luz y manantiales,  y en ocasiones, a las turbias aguas estancadas de la parálisis hacedora que puede atraparnos en un cosmos gélido y remoto de dónde nunca se vuelve como se llegó.  Ambas probabilidades estaban ante nosotros y ambas debíamos recorrer para conocer con rigor y lucidez las posibilidades del hombre ante su destino. // Todo ello está en los libros que nos rodean como espíritus almacenados, como pequeñas cápsulas que nos aguardan sobre los estantes y en las que podemos viajar a otros mundos, otras vidas y otros océanos y culturas. En la complejidad del espacio-tiempo, en el horizonte de sucesos de la literatura están los medios y las claves de nuestra historia, de nuestra identidad. ¿No sienten en su espalda la mirada que proviene de sus lomos cuando les rodean en una estancia? Deslicen su dedo índice sobre la irregular cordillera de sus volúmenes y tiren de uno de ellos hacia ustedes, habrán hallado la forma de viajar en el tiempo a través de los sentidos.  
                                                                                  Juan Bosco García Lozano
                                                                                                                        3 dic 2019    

Comentarios

  1. Completamente de acuerdo. ¡Todo está en los libros!
    Quien no lee, vive en un mundo muy pequeño.

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