LA TALLA DE MI LEVI´S STRAUSS
LA TALLA DE MI LEVI´S STRAUSS
Voy retornando a mi ser como un suroeste invertido, como esas
hojas enloquecidas que van por las aceras, a su merced, buscando simplemente un
recodo donde asentarse y esperar que otro viento, que otro sol, que otra luz deslumbre
el ocre dorado de lo que fue su existencia.
Voy llegando a un acuerdo con el ser que me habita, como
quien pacta con el aguacero qué acera tomar o quien decide aportar una gota de
amabilidad en un paso de cebra. Este que soy yo y este otro que también, no
hacen otra cosa ya que ofrecerse asiento para conversar.
En la orilla de la playa que frecuento cada día hay una
delgada línea que separa la tierra y el mar. Móvil, inquieta y espumosa, me
dice cosas diferentes en cada murmullo enrolado de sus olas, y cada día dejo
sobre ella un racimo de deseos y cosas para lavar. Cuando amanece paso de nuevo
y encuentro sobre su húmeda y áspera lengua de arena y erosión un despliegue
infinito de generosidad y códices expuestos al sol como si tal cosa. Me deja nuevos
adverbios, derivadas, cálculos de estructuras y pan, para que yo pueda crecer
en todas mis dimensiones. Considera este mar que soy un alumno aventajado y a
veces tengo que recurrir a las enciclopedias de mis calles, los soles que me
broncearon, las aceras recorridas y al cloruro de sodio que algún día escoció
mi corazón. Y entonces comprendo, de pronto, que uno a veces se enamora del
habitante secreto de la persona que ama, que la persona amada es solamente el
vehículo de otras presencias de las que ella ni si quiera es consciente. Entonces
se desencadena esa razón, lejana y perpendicular, de las galernas que de niño jamás llegaba a comprender.
El caso es que uno tampoco es el hombre que otros creen que
le habita. En contraste con este medio tan frívolo y escaparatista, uno se
muestra como es y escribe lo que piensa sin tomarlo prestado de cartelitos y
reflexiones spam como si tal cosa. Prefiero un vuelo charter a las líneas
regulares, éstas alas tercas que no se acostumbran a ver siempre la misma geografía,
estos ojos que buscan la desembocadura de los pliegues de tu piel mientras
duermes y cambian las capitales, las cordilleras y los nombres de los ríos a su
antojo. Es la consecuencia de convivir con un juez justo y severo que recorre
mi habitación cuando la noche extiende su capa y las estrellas alumbran pecados
y otras cosas de la carne, como decían los curas de mi colegio.
Creo que voy a dar una vuelta. Después de todo a quién le
importa la talla de mis Levi´s Strauss.
JUAN BOSCO GARCÍA LOZANO
Es fantástico Juan, es muy tarde ahora, pero mañana lo leeré de nuevo porque aquí hay cosas muy profundas y hermosas.
ResponderEliminarEn la orilla de la playa que frecuento cada día hay una delgada línea que separa la tierra y el mar. Móvil, inquieta y espumosa, me dice cosas diferentes en cada murmullo enrolado de sus olas, y cada día dejo sobre ella un racimo de deseos y cosas para lavar. ¡¡Que bonito!!
ResponderEliminarGracias, Carmen. Me alegra mucho que te haya gustado. Los que vivimos junto al mar lo sabemos muy bien.
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