LA BUTACA 7

LA BUTACA 7 



Con cierta frecuencia acudo a las convocatorias de los ponentes que presentan su libro o su argumento en el salón de actos de la Biblioteca Municipal de Bidebarrieta. Cruzo Bilbao desde el barrio de Abando, Gran Vía, Calle Navarra, Puente del Arenal y explanada del Teatro Arriaga para entrar en la calle Bidebarrieta, uno de los accesos vertebrales al Casco Viejo.    Si llego con la necesaria anticipación tomo una copa de vino blanco en el Berton de la calle Jardines, algo que contribuye a despejar las vías de absorción de las entendederas de este ciudadano. Apuro la copa, si acaso un pitillo, y acudo por fin a la biblioteca y ocupo la butaca número 7, casi siempre en la cuarta o quinta fila. Desde esa distancia escucho bien a los invitados y veo sus gestos que me revelan lo que es verdad o ficción de lo que dicen, también se detecta mejor la ironía, la contundencia y la gravedad o ligereza de algunos comentarios, lo que ayuda a comprender  algunos matices y a hacer todo más entretenido.   

El salón es precioso, alto, ovalado y de carácter romántico.  Se encuentra en el primer piso y a él se accede a través de una escalinata majestuosa que antes de ofrecernos sus dos vertientes superiores nos sitúa ante una fabulosa vidriera de estilo oriental que fue realizada en Amberes con fiel representación del dibujo original  del arquitecto y constructor del edificio Don Anselmo Achúcarro, quien originalmente lo llamó Palacio de las Libertades. Entre las representaciones de la vidriera destaca el escudo de la villa de Bilbao dentro de un círculo con forma de bomba, símbolo de la Sociedad El Sitio que fue la primera propietaria del edificio y que alude a las bombas caídas sobre la ciudad durante el asedio al que se la sometió durante las guerras carlistas.

Ya en el interior del salón de actos y a la espera de que aparezca el invitado principal, las miradas curiosas se van perdiendo por los detalles ornamentales de la sala; coloridas vidrieras por donde entra una luz viciada de mundo que nos espera a la salida, orlados radiadores cuya cercanía se vuelve solícita en invierno a señoras de butaca lateral que después en lo social cultivan la distancia. Inevitablemente esas miradas se elevan en algún momento hacia los paños de Escocia de los techos, realizados por Anselmo de Guinea en representación de las variadas artes que allí nos convocan. Mientras observas y te acomodas una tibieza de rumores va cediendo paso a un preludio de silencio extraordinario.

La butaca número 7 es un lugar al que acudo a recibir cosas gratas. Escucho conferencias, presentaciones de libros, conozco autores, pienso, cuestiono, voy construyendo ideas y refuerzo o descarto otras. A veces pregunto, menos de lo que debiera aunque ya lo voy corrigiendo. También cruzo mis manos, entorno los ojos, cedo el reposabrazos y enjuago todo eso en la leve distracción de mirar la forma de llevar el pelo de alguna mujer de las filas delanteras, perfiles desconocidos que me inspiran y me traen ficciones femeninas como fugaz paso de pensamientos. A veces también tomo notas que revolotean por mi cabeza y piden libreta para quedar ahí ya fijadas en tinta y no perderlas. En definitiva ideas que anoto rápidamente en cualquier papel antes de que se fuguen. En esa butaca me siento bilbaíno y cosmopolita, a veces uno se siente mucho y otras no se siente nada, pero este ya es un vaivén que uno lleva de serie y es hasta conveniente tenerlo de vez en cuando. Me trabajo la cosa esa del aprender y sueño también un poco en volver a subir un día a ese escenario a que se sepa de algunas cosas que escribo y guardo, para que no se amontonen en los estantes como piezas de cristal de roca que no han sido talladas lo suficiente.

Desde ese patio de butacas donde muchos otros se sentaron en otros tiempos, se escucharon a célebres ponentes como Unamuno, García Lorca, Ortega y Gasset… y ha ido quedando en su atmósfera como un humor de miodesopsias que llenan la audiencia de algo intangible que nos predispone. Hoy recibimos a los contemporáneos. Últimamente he acudido a la cita con Juan José Millás, María Jesús Cava, Irene Vallejo, Ray Loriga, Manuel Vilas, Juan Bas, Eduardo Sáenz de Cabezón, por citar a algunos recientes que cubren las diferentes propuestas literarias, científicas o históricas que nos propone la biblioteca.

Invisiblemente cada uno de nosotros se presenta con su frágil atuendo cultural, su escudo de prejuicios, su espontaneidad algo reprimida, algún cuaderno de notas o solamente algo de su tiempo para ocupar. Cada uno se cuelga su calderilla de medallas mientras escucha y hace por siempre suyas –y únicas- las deducciones sobre el protagonista. Las charlas son como convencionales descensos de un rio de cambios constantes en los que uno bracea y se enriquece. Después, cuando todo termina me acerco a estrechar la mano del ponente, si acaso le desvelo algún pequeño vínculo que desconoce y nos une de alguna manera tangencial en las vivencias. Cuando todo ha terminado, me incorporo al caudal de individuos que bajan las escaleras envueltos en murmullos de sus propias conclusiones para volver a la calle y encontrar que el aire es un poco distinto, como si alguna de las cosas que estaban antes se hubieran ordenado solas. Saludo de paso a los siempre amables bibliotecarios y devuelvo o tomo un nuevo préstamo. Con él bajo el brazo cruzo de nuevo la calle Bidebarrieta para reincorporarme al sistema vascular de la ciudad; me igualo de nuevo a todo lo que me rodea y me contiene. Las paredes de la estrecha calle repiten el sonido de mis pasos y el eco que va quedando a mis espaldas se extravía por el Casco Viejo. Hago el intento de que no se escape la leve gloria de la cosecha de la tarde tan rápidamente como lo hacen los sueños, que se incorpore a mi memoria al menos hasta llegar a casa, para que no sea cosa de un solo día, para que no desaparezca en un instante.

Juan Bosco, abril 2025


Comentarios

  1. Bravo Juan.
    No dejes de escribir,
    no dejes de contar,
    no dejes de aprender. ❤️ ❤️ ❤️

    M. Carmen Díaz.

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    1. Carmen, muchas gracias por tus comentarios. Siempre son agradables y cariñosos. Agradezco muchísimo que te tomes la molestia en hacerlos, sabes que son importantes para mi, sobre todo de una gran lectora como eres tú.

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  2. 😍😍😘❤️❤️❤️

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    1. Gracias, Anónima. Hay muchos ratoncillos por aquí, una pena no saber siempre quienes sois.

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